El Papa Francisco, quien falleció el lunes a la edad de 88 años en la Casa de Santa Marta, será venerado en la capilla privada de su residencia, tal y como él había manifestado en vida. Este detalle fue confirmado por Monseñor Diego Ravelli, el encargado de las ceremonias del Vaticano, en una declaración oficial que ha resonado con profunda solemnidad. Su deceso marca un capítulo significativo en la historia de la Iglesia, que ahora se enfrenta a la tarea de honrar su legado mientras se prepara para la transición hacia un nuevo líder.
Después de una prolongada lucha que duró más de dos meses, durante los cuales enfrentó complicaciones respiratorias y un ingreso de 38 días en un hospital en Roma, el Papa Francisco tuvo un final rodeado de la tranquilidad y la intimidad que tanto valoraba. Su partida no solo representa el cierre de su papado, sino que también simboliza un cambio en la forma en que la Iglesia Católica se despide de sus figuras más significativas, lo que generará debates sobre el futuro de las ceremonias papales.
En el año 2024, el Papa Francisco había hecho cambios notables en el protocolo del funeral papal a través del documento titulado Ordo Wiefiarum Romani Pontificis, donde dejó en claro su deseo de que el evento fuese una ceremonia sencilla y austera, lejos de muestras de ostentación que a menudo han caracterizado tales ocasiones. En lugar del tradicional rito de la Cata Falac que se lleva a cabo en la majestuosa Basílica de San Pedro, se ha decidido que su cuerpo será exhibido ante los feligreses en un contexto más accesible, permitiendo así a los fieles rendir homenaje de manera más personal y directa. Este enfoque refleja una de sus más profundas convicciones: la comunidad debe tener la oportunidad de conectarse y despedirse de su líder espiritual.
Con el fallecimiento del Papa Francisco, se activa inmediatamente el proceso que conducirá a la elección de su sucesor, un evento lleno de significados y expectativas. Según las normativas establecidas por la Iglesia, el cónclave deberá ser convocado en un plazo máximo de 20 días, durante los cuales la Sede Apostólica quedará vacante y será administrada temporalmente por el Card. Camarlengo. Este periodo de transición será crucial para la Iglesia, ya que abrirá un espacio para la reflexión sobre la dirección futura que tomará bajo el nuevo pontífice, y las distintas visiones que los cardenales aportarán a este importante encuentro. Las elecciones papales no solo definen el liderazgo de la Iglesia, sino que también podrían influir significativamente en su orientación en cuestiones sociales y doctrinales, así como en su interacción con el mundo contemporáneo.