A los 66 años, Ernesto Sánchez García todavía guarda en su memoria aquella tarde soleada de 1971, un día en el que no solo se dedicó a practicar béisbol, sino que, inesperadamente, se enamoró de la natación al ver por primera vez a Hernando Arbeláez Jiménez zambulléndose en las piscinas. Este momento fue crucial para él, cimentando lo que sería una larga relación con el deporte acuático que ha sido parte integral de su vida.
Las piscinas, que fueron inauguradas el 18 de marzo de 1970, se crearon en el marco de los 9º Juegos Nacionales. Este evento no solo marcó un antes y un después en la historia del deporte en Ibagué, sino que en diciembre del mismo año propulsó el desarrollo deportivo de la ciudad a nuevas alturas, transformándola en un destacado punto de encuentro para competiciones importantes.
Ernesto, al igual que numerosos niños y jóvenes de la Ibagué de los años setenta, apenas tenía 12 años cuando se sintió asombrado al ver la piscina olímpica, que presentaba un diseño de 50 metros de largo y 21 de ancho. Desde aquella época, esta instalación se convirtió en un símbolo de orgullo para todos los residentes de la ciudad y un referente para tres generaciones de iGaGuereños, muchos de los cuales se lanzaron a diversas disciplinas deportivas asociadas al agua.
Entre los nombres que Ernesto recuerda con cariño se encuentran la maestra «Lolita», el profesor Gerardo y «Mono» Martínez, así como Guillermo Rojas, quienes fueron sus primeros entrenadores. También menciona a Lozano Buse, quien lideró el equipo de Tolim, integrando a nadadores que llevaron los colores de la bandera colombiana a competiciones internacionales de gran calibre, incluyendo los Juegos Olímpicos en Montreal y Moscú, un legado que llena de emoción a Ernesto.
Durante la mitad de la década de 1970, Ernesto decidió enfocar su pasión en el waterpolo, una disciplina acuática que le trajo enormes satisfacciones durante más de cuatro décadas. Sin embargo, su viaje no estuvo exento de obstáculos; la inflamación de huesos y articulaciones finalmente lo obligó a abandonar la competencia, hecho que sería devastador para muchos, pero no para él.
A pesar de esto, su amor por el agua nunca decayó. Fun un nuevo capítulo cuando se unió al equipo de Tolima Paranatación en 2014, gracias a una invitación del «maestro» Carlos Ávili y un amigo atleta. «Entre la natación, el waterpolo, y ahora, como parte del equipo Tolima de Paranatación, he acumulado ya 54 años como atleta», comparte Ernesto, mientras se sienta en una de las 10 plataformas de la nueva piscina olímpica, inaugurada recientemente por el alcalde Johan Arand.
No solo se ha desempeñado como nadador; Ernesto también está en su séptimo semestre del programa de entrenamiento deportivo en la Universidad de Magdalena. Su objetivo es formar nuevas generaciones en natación y waterpolo, no como un instructor empírico, sino como un profesional bien preparado que pueda guiar a los jóvenes talentos en su desarrollo.
Para Ernesto, y muchos otros atletas de la ciudad, el actual contexto representa una mezcla de esperanza y paciencia; 10 años de espera e incertidumbre han dado sus frutos. El gobierno del alcalde Johan Arand ha logrado habilitar las instalaciones emblemáticas, consolidando a Ibagué como una ciudad deportiva que, junto con este nuevo complejo de clase mundial, seguirá teniendo un impacto significativo tanto en los maestros como en los jóvenes deportistas, no solo en Colombia, sino también a nivel internacional.
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