Entre la indiferencia, que a menudo significa el camino de las comunidades más sensibles, el faro de la esperanza y el amor incondicional florecen en el Proyecto Calia: Amalia. Este comedor social, ubicado en el distrito urbano, es más que un espacio simple para comer; Es un hogar, refugio para el trance y las personas en vulnerabilidad, en el que la diversidad no solo es tolerada, sino celebrada y amada.
Inspiración y compromiso
El nombre del proyecto Amalia resuena con un significado profundo. Inspirada por la hija de Julith Sánchez, su fundador, este espacio de invitados durante más de cinco años, asegurándoles la oportunidad de comenzar los procesos de rehabilitación, la reintegración social y la fuerza laboral. Julieth y su hijo Carlos Andrés Martínez Sánchez, quien es el representante actual del comedor, son claros: la vida que Amalia también ha cambiado. La casa, estratégica para su ubicación en el corredor de tránsito de personas sensibles, se ha convertido en un «lugar seguro», un ancla en medio de una tormenta para muchos.
De las 50 personas que encuentran regularmente refugio en el Proyecto Amalia, cada una con su propia historia, enfatiza la historia de José Ángel Estaga González. Este venezolano, que vino a Colombia hace cuatro años, estaba inmerso en las calles y las drogas, estaba en este momento clave en que la esperanza parecía desaparecer, este proyecto Amalia apareció en su vida.
«Me sacaron de la calle, era una voz de solidaridad», dice José Ángel con emociones notables. «Aunque mi madre está en Venezuela, el gerente del comedor fue mi motivación y no fue día a día, pero hoy me siento bien, gracias a Dios». Gracias a este inquebrantable apoyo, José Ángel logró dejar drogas y reconstruir su vida. Hoy ha vivido en el Proyecto Amalia durante tres años y, en gestos de profunda gratitud, se preocupa por la zona de cocina, abordando significativamente la oportunidad que le dieron.
La experiencia de José Ángel lo llevó a compartir un mensaje poderoso e importante para toda la comunidad: «Uno como persona, independientemente de la condición, debe apoyarse que en lugar de la competencia debería haber una relación entre nosotros. En primer lugar, porque nosotros, homosexuales, estábamos tratando con personas homofóbicas, y el ideal sería que nos centramos en el futuro».
Además de José Ángel, hay muchos beneficiarios de la comunidad LGBTIQ+que aprecian la existencia de este comedor comunitario. El Proyecto Amalia no solo alimenta al cuerpo, sino que nutre almas, reconstruye la vida y proporciona un futuro más honesto y comprensivo en todo. Es un testimonio que, a pesar de la adversidad, la empatía y los servicios, pueden transformar las realidades y construir un mundo en el que se ame la diferencia y se celebra la diversidad.
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